domingo, 26 de noviembre de 2017

3. EL TEMA EN LA COMPOSICIÓN ESTRUCTURAL

     Un texto es una composición, una construcción de partes encaminadas a constituir un todo. Aunque no en todos los casos, pero si en la mayoría, un texto, largo o corto, y que esté bien escrito, tiene una composición o estructura definida.
     No podemos olvidar que, como toda estructura, su integridad depende de todas y cada una de sus partes. Así mismo, el sentido de un texto depende del conjunto total. Por lo tanto, no podemos analizar ninguna de sus partes aisladamente porque así no podríamos interpretarlo bien, pues todas sus partes se relacionan entre sí. Hay que empezar por determinar de qué partes está compuesto el texto.
     Ya se trate de un texto extenso, de un fragmento, de un cuento corto, etc., es preciso identificar cada una de las partes que contribuyen a expresar el tema, que es el hilo conductor que unifica y relaciona las partes del texto entre sí.
     Cada una de estas partes son apartados; que en las obras literarias pueden coincidir con el planteamiento, el nudo, el clímax y el desenlace del relato. En otro tipo de textos se habla sólo de apartado y su número es indeterminado, dependiendo de la extensión e índole del escrito.
     Así pues, ya hablemos solo de apartado ó de los apartados tradicionales  denominados planteamiento, nudo, clímax y desenlace, cada una de estas partes, que constituyen  juntas el todo que es el texto, tienen la misión común de expresar el tema.
     Retomando el cuento de Wilde, hagamos el ejercicio de distinguir los apartados que integran el texto:
     Apartado 1 (Planteamiento):
     Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a 2 limaduras se les ocurrió bruscamente visitar al imán…
     Apartado 2 (Nudo):
y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras empezaron a discutir el asunto y gradualmente el vago deseo se transformó en impulso. ¿Por qué no ir hoy?, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada.
     Apartado 3 (Clímax):
Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía ya tiempo que le debían esa visita. Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose.
     Al fin, prevalecieron las impacientes, y en un impulso irresistible, la comunidad entera gritó:
     -Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
     Apartado 4 (Desenlace):
     La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.

     Como podemos apreciar en este cuento, el tema: el poder de atracción individual y el dominio colectivo,  es claramente identificable en cada uno de los apartados, en los que se manifiesta gradualmente hasta su máxima expresión en el cuarto apartado (desenlace).
     No siempre se presenta así, en “crescendo”,  por lo cual no es una norma, ya que no todos los textos tienen este tipo de trama lineal, pero lo más importante es que en cada apartado podamos identificar el tema en sus rasgos esenciales.
     Esto nos permite concluir que la manera en la cual se va manifestando el tema en el relato es la que permite distinguir y caracterizar los diferentes apartados  y determinar  la estructura y composición del texto.
¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa C. Cómo se comenta un texto literario. Madrid, Ed. Cátedra, 2008. 38ª.ed.

     Reinaldo Longas A. y Francisco J. Ramírez C. Selección variada del cuento corto mundial. Medellín, Litoimpresos, 1993 

viernes, 10 de noviembre de 2017

2. OBTENCIÓN DEL TEMA A PARTIR DEL FONDO Y LA FORMA

El fondo alude a algo que el texto dice: reflexiones, emociones, ideas, opiniones, conceptos, etc. La forma a las palabras, al lenguaje  y al estilo como se dice ó expresa el fondo.
     Fondo y forma son dos elementos que no se pueden separar, porque la simbiosis de ambos constituye la obra en sí. Por lo tanto hay que analizarlos como una unidad. Ninguno de los dos se puede entender sin el otro. No se puede reflexionar sobre lo que un autor dice dejando de lado cómo lo dice.
     En general, ya sea extenso ó corto, todo texto tiene un argumento;  en éste está contenida la idea global del texto y la acción o acciones que se desarrollan en él, incluidas toda suerte de conceptos, ideas, opiniones, reflexiones y emociones.
     Así parezca algo aparentemente fácil y casi evidente, determinar el tema de un texto, muchas veces no lo es. La mayor o menor dificultad para establecer el tema de un texto radica en el lenguaje, en la manera  y en cómo el autor expone el argumento de su obra.
     Para esclarecer el tema del texto antes debemos resumir éste en pocas palabras, pero sin que se pierdan los detalles más importantes; síntesis que debe constituir el argumento o asunto del texto.
     El Imán es un cuento de Oscar Wilde que nos puede servir de ejemplo para realizar el ejercicio de establecer el argumento o asunto que nos llevará a la identificación del tema en un texto:
     Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a 2 limaduras se les ocurrió bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras empezaron a discutir el asunto y gradualmente el vago deseo se transformó en impulso. ¿Por qué no ir hoy?, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía ya tiempo que le debían esa visita. Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose.
     Al fin, prevalecieron las impacientes, y en un impulso irresistible, la comunidad entera gritó:
     -Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
     La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.
     El argumento es una síntesis o resumen detallado en el que se narra el asunto del texto original:
     En un vecindario convivían un imán y unas limaduras de acero. El repentino deseo de 2 limaduras por visitar al imán se extendió a todas las limaduras. Mientras discutían cuando ir, el vago deseo se transformó en impulso, a medida que se acercaban inconscientemente al imán, que astuto hacía como si no supiera lo que sucedía. Mientras discutían se acercaban cada vez más, y en un impulso irresistible decidieron ir inmediatamente, y de forma precipitada se pegaron al imán, que sonreía burlón porque las limaduras creían que su visita era voluntaria.
     Como podemos ver en el anterior resumen, los detalles del texto original están presentes, con lo cual se obtiene una idea clara del asunto general tratado en el texto, sin quitarle ni ponerle nada esencial que no exprese el autor.
     Pero si al asunto se le quitan los detalles o elementos estilísticos y narrativos superfluos (la discusión, el día de la visita, el desacuerdo, la justificación de la visita, la larga charla, etc.) será fácil identificar el mensaje intencional del autor, el cual contiene el tema.
     En este cuento alegórico los personajes son objetos o cosas,  a cuya caracterización y acción en el argumento Wilde le da un significado simbólico. En este significado simbólico evidente está la intención del autor y por lo tanto el tema: el poder de atracción individual y el dominio colectivo.
     Como podemos ver, el tema no es el asunto o argumento, ni contiene rasgos de estos; debe ser claro y breve, y debe poder expresarse mediante conceptos abstractos que sinteticen la intención del autor  y los principales  elementos argumentales del texto. Igualmente, debemos cuidarnos de confundir el tema con el análisis crítico y la interpretación. Eso viene después…
     ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa C. Cómo se comenta un texto literario. Madrid, Ed. Cátedra, 2008. 38ª.ed.

     Reinaldo Longas A. y Francisco J. Ramírez C. Selección variada del cuento corto mundial. Medellín, Litoimpresos, 1993 

domingo, 8 de octubre de 2017

1. LECTURA, CONTEXTUALIZACIÓN Y LOCALIZACIÓN

     Lo más importante es empezar por leer el texto detenidamente; hacerlo varias veces para asegurarnos de comprenderlo completamente. Estamos hablando de textos cortos; cuando se trata de textos muy largos, se deben releer aquellos pasajes que no comprendemos enteramente y sólo seguir adelante cuando nuestro entendimiento los tenga suficientemente aclarados. No obstante, muchos pasajes de un texto sólo se hacen comprensibles más adelante, por lo que si definitivamente no podemos entender algo en su momento, seguramente lo vamos a lograr al avanzar en la lectura.  
     Para que dicha lectura sea comprensiva no podemos dejar ninguna palabra sin conocer su verdadero significado. Desconocer o no tener una idea clara y acertada del significado de una palabra puede llevarnos a tergiversar el verdadero sentido del texto, lo que fácilmente nos puede ocurrir  porque suponemos que ya conocemos el auténtico concepto de ésta, tal vez debido a que la encontramos con  frecuencia, sin percatarnos de que sólo tenemos una idea vaga, cuando no equivocada,  de su verdadera representación.
     Sobra sugerir que es indispensable el acompañamiento de un diccionario físico o de un dispositivo electrónico con conexión a Internet, porque para contextualizar y localizar la obra y su autor requerimos acceso a múltiples fuentes de información.
     Contextualizar se refiere principalmente a ubicar una obra en el espacio social, cultural, histórico e incluso lingüístico que acontecía entorno a ésta y su autor; ambiente único e irrepetible y cuya influencia determina en gran medida el carácter de ambos. Por lo tanto, ni obra ni autor pueden ser aislados, para efectos del posterior análisis, de los fenómenos que ocurrían a su alrededor.
     Vale la pena citar el siguiente ejemplo para mostrar la importancia de la contextualización adecuada de un texto:
     En 1804, el magnífico poeta romántico inglés, William Wordsworth (1770-1850) escribió  su famoso poema  The Daffodils (Los Narcisos), también conocido como “I wander lonely as a cloud” (“Erraba solitario como una nube”).  En el tercer verso de la cuarta estrofa del poema se lee: “A poet could not but be gay”. Independientemente de lo que Wordsworth pensaba al escribir el poema, si descontextualizamos este texto del entorno lingüístico y cultural de su tiempo, hoy le daríamos una interpretación que no tenía por aquel entonces, porque  gay  podía entenderse como alguien alegre, jovial,  libertino, licencioso, pero no homosexual. Incluso, hay que tener cuidado para evitar malas interpretaciones, pues al momento de someter un texto a los traductores en línea, estos nos pueden inducir a error: “A poet could not but be gay”, el traductor  automático lo traduce: “Un poeta no podía dejar de ser gay”.
     Cuando lo que se pretende es trabajar un fragmento de una obra, entonces hablamos de localizar  dicho fragmento ó parte respecto del resto de la obra, porque todas sus partes están interconectadas y ninguna se puede comprender si se separa del conjunto al cual pertenece, es decir, de la obra como un todo.
     Estas consultas sobre el significado de las palabras, el léxico usado en el texto; la ubicación histórica, social y cultural del texto y su autor; la localización de un fragmento, párrafo, verso ó capítulo respecto al conjunto de la obra, enriquecen notablemente la lectura y la hacen más entretenida e interesante porque le confieren el carácter de una investigación forense donde hasta el último detalle cuenta. Muchos pensarán que así la lectura se hace muy lenta. Tal vez, pero ¿cuál es el afán? Se trata de una lectura  pausada  y de deleite en las palabras y en el estilo del autor y su época; una lectura en profundidad. Rumiar sobre el sentido del texto, nos sugiere Nietzsche.
     Esta primera pauta nos introduce fundamentalmente en la comprensión  del sentido literal del texto, el cual, como ya lo mencionamos en otro artículo, es su primer nivel de significado. No nos interesa aquí realizar ningún tipo de interpretación. Para efectos de la comprensión puede ser benéfico aventurar hipótesis y predicciones; éstas se nos vienen a la mente incluso de forma inconsciente, pero deben permanecer  por el momento como lo que son: conjeturas.
¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa C. Cómo se comenta un texto literario. Madrid, Ed. Cátedra, 2008. 38ª.ed.

     Umberto Eco, Los límites de la interpretación. Bogotá, Ed. Random House Mondadori, 2013.

lunes, 25 de septiembre de 2017

¿QUÉ ES Y PARA QUÉ LEER?

        El proceso de interacción entre el lector y el texto, mediante el cual el lector busca encontrar respuestas a sus necesidades intelectuales en la exploración y procesamiento del texto, es la respuesta a la pregunta: ¿Qué es leer?
     Por lo tanto, siempre leer es leer para un fin, para alcanzar un objetivo. De esto último se puede deducir que, las diferentes interpretaciones que varios lectores puedan dar a un texto común e idéntico dependen del objetivo previo que cada uno se haya fijado y por esa causa es que obtienen diferente información.
     Queremos aclarar que el protagonismo que, en los artículos anteriores, le hemos dado al papel desempeñado por el lector como constructor del significado del texto, no pretende menospreciar el trabajo creativo del autor y el sentido que éste le dio a su obra. Lo que sucede es que el lector puede ir más allá valiéndose  del significado literal del texto, de sus conocimientos previos y de los objetivos que motivan su lectura.
     Hasta aquí tendríamos claro qué es leer y para qué leer. No obstante, la respuesta a estos interrogantes sólo se puede alcanzar en su verdadera y justa dimensión cuando somos conscientes de que hay que tomar posición respecto a lo que leemos. Es decir, leer es leer desde un punto de vista, desde una “perspectiva”.
     De la misma forma  en que nos detenemos en un lugar para contemplar detalladamente un bello paisaje, la lectura, como ejercicio de construcción interpretativa, debemos realizarla desde una pregunta, una duda, una sospecha, una búsqueda, un problema, en fin…, desde nuestras necesidades intelectuales, emocionales y sentimentales.
     A veces conscientemente, otras de forma inconsciente, pero de ninguna forma por mera casualidad, leemos a la luz de nuestras diversas inquietudes existenciales, lo cual nos  guía, mediante el texto, a encontrar las respuestas que estamos buscando en el mejor lugar que puede haber: nosotros mismos.
     Así, con la misma actitud expectante que interrogamos el “I Ching” debemos leer. No hay adivino, profeta, pitonisa, naipe, carta astral ó zodiaco que como oráculo responda mejor a nuestras preguntas que los buenos libros.

      ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76.
     Isabel Solé. Estrategias de lectura. Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.

sábado, 9 de septiembre de 2017

COMPRENDER LOS SIGNIFICANTES PARA HALLAR EL SIGNIFICADO

     En general, no hay obras fáciles; todas tienen un mayor o menor grado de dificultad, inicialmente comprensiva y finalmente interpretativa. En sortear esas dificultades consiste justamente el trabajo que nos exige el texto si queremos sacar a la luz su significado oculto.
     Los grandes autores manejan en sus obras lenguajes complejos, a veces oscuros, a veces claros, a veces exasperantemente impenetrables y en otras ocasiones capciosamente accesibles y aparentemente ingenuos, pero no por ello menos profundos. En cualquier caso nos retan a que descifremos, como buenos lectores, el código implícito puesto por ellos, consciente e inconscientemente, en sus textos.
     Ninguna buena escritura, ningún escritor creativo y original se puede entender si se lee con facilidad; si los leemos con facilidad es porque no estamos entendiendo, asevera Estanislao Zuleta.
     Pero este entendimiento sólo lo podemos alcanzar si tenemos un diálogo, que si bien se debe iniciar con el autor, tiene que extenderse al texto mismo, que siempre nos dice más de lo que el escritor dijo y quiso decir.
      Así parezca obvio, no podemos perder de vista que para poder interpretar adecuadamente cualquier texto es necesario empezar por comprender el sentido literal de éste, el cual es su primer nivel de significado. Nivel que, en el caso de muchas obras, alcanzarlo ya es todo un reto, incluso para buenos lectores.
     Para poder asimilar un texto y tener un mapa mental claro de éste es necesario leerlo, releerlo, pensarlo, volverlo a leer, volverlo a pensar y así hasta que lo interioricemos y lo experimentemos como propio.
     Porque en propio se debe convertir un texto cuyo código finalmente hemos descifrado e interpretado, fundando así un nuevo discurso. No el discurso literal del autor. Ese ya está ahí y, por supuesto, tiene un importante mensaje que tiene que ser la base comprensiva y guía de cualquier tipo de interpretación que se haga de él, porque, como afirma Umberto Eco: un texto puede tener múltiples interpretaciones, pero no todas son válidas ni acertadas.
     Aún así, es a la intención lectora, es decir, al discurso interpretativo y crítico que como lectores elaboramos, al que ahora le queremos dar relevancia por sobre la  intención del autor y la intención de la obra, con el fin de estimular el ejercicio interpretativo por parte del lector.
     Así conozcamos ya la trama y hasta el desenlace final de la obra, lo que verdaderamente importa es la nueva y original interpretación nuestra, que así no sea la mejor ni la más válida, le confiere un significado único, el que podemos ver en él, el nuestro: “Los libros -nos dice Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa”- no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir,…”
     El siguiente aforismo de Lichtenberg resume perfectamente el presente artículo y nos invita a aventurar más de una interpretación a partir de su primer nivel de comprensión del significado:
     “…un texto es sólo un picnic en el que el autor pone las palabras y los lectores el sentido.”
     ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76.
     Umberto Eco, El Nombre de la Rosa. Bogotá, Círculo de Lectores, 1980.

     Umberto Eco, Los límites de la interpretación. Bogotá, Ed. Random House Mondadori, 2013 

lunes, 28 de agosto de 2017

DECODIFICAR PARA INTERPRETAR

   Con el fin de aclarar los conceptos que debemos tener presentes para dirigirnos hacia el objetivo de leer bien, vamos a darle un derrotero a los principios básicos de la teoría de la lectura expresados por el maestro Estanislao Zuleta en su ensayo “Sobre la lectura”, entre otros.
     Empecemos por aclarar que un código es una serie de símbolos a los que al asignárseles un significado o valor toma el carácter de sistema de comunicación solo comprensible para quienes lo conocen.
     Cuando leemos algo en nuestro propio idioma donde se nos habla de experiencias, conocimientos, vivencias, etc., ese código común que es el idioma nos permite acercarnos a lo que el autor nos quiso decir. No sucede lo mismo cuando tratamos de leer algo en otro idioma que no conocemos. El mensaje de éste texto no nos llega porque no hay un código común que permita la comunicación. Algo similar sucede cuando nos enfrentamos a una escritura compleja, incluso en nuestro  propio idioma, el cual se ve menguado en su capacidad comunicativa frente al nuevo código creado por dicha escritura, que le asigna nuevos significados a los signos.
     Dado que no hay un código común previo, se hace necesario discernir el código del texto. Es decir, si el texto produce su propio código y como no hay tal código común, ni nada en común con otros códigos, somos nosotros quienes debemos extraerlo y decodificarlo.
     Tomemos como ejemplo elemental el siguiente aforismo del filósofo alemán Lichtenberg:
     “Toda nuestra historia no es más que la historia del hombre despierto; en la historia del hombre dormido aún no ha pensado nadie.”
Si leemos literal y superficialmente es claro que la Historia sólo puede tener por objeto de estudio las acciones del hombre en estado de vigilia; ¿qué pensador habría de ocuparse en darle sitio en la Historia al hombre mientras duerme, así fuera Aristóteles, Bach ó Kant? Pero si  nos detenemos y reflexionamos un poco sobre lo que le sucede al hombre que duerme, nos damos cuenta que la sentencia, aparentemente burlesca del escritor, hace referencia a los sueños y a la importancia del estudio de la vida onírica del hombre por el impacto que los sueños pueden tener en su vida cotidiana, durante la cual éste hace la Historia.
A este tipo de análisis interpretativo es al que nos referimos cuando hablamos de decodificar. 
    Como lectores somos nosotros quienes transformamos los signos en conceptos, les damos vida. Sin quién los decodifique y los interprete, los signos no tienen sentido. No obstante, como lectores   requerimos de unos conocimientos y experiencias previas para tener acceso al procesamiento y decodificación del texto. Isabel Solé nos dice que la mirada de un “lector experto” le confiere sentido y significado al texto.
     Interpretar es el resultado de decodificar o traducir el código de la obra; código único y singular porque ella ha creado su propio sistema. Por eso hay que trabajarlo: encontrar su verdadero significado, el cual se encuentra en el subsuelo del texto y en su significado literal. Interpretar es pensar el código que el texto oculta.
     Parodiando a John Katzenbach, en “El psicoanalista”, podemos decir que el lector debe ser como el analista, un científico de lo indirecto y lo oculto.
     Si como dice E. Zuleta, “leer es trabajar”, la búsqueda de los códigos de las buenas escrituras no puede ser un deber, así sea un trabajo, debe ser una celebración, un recreo, porque disfrutando es como se aprende y se llega a los más altos niveles del conocimiento.
     Esta es la tarjeta de invitación a la fiesta del conocimiento: Aprender a leer es pensar, interpretar y criticar. El entusiasmo y el deseo de divertirnos es lo único que debemos llevar nosotros.
     ¡Bienvenidos a la fiesta!

Fuentes:
     Isabel Solé. Estrategias de lectura. Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.
 Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76.

     Georg Christoph Lichtenberg. Aforismos. Barcelona, Ed. Edhasa, 2006.

lunes, 14 de agosto de 2017

APRENDER A LEER PARA APRENDER A PENSAR

     La ruta y enlazamiento de objetivos que nos proponemos seguir es la siguiente: aprender a leer bien, con el propósito claro de leer para aprender; donde aprender es aprender a pensar; y la tarea de este pensar se debe enfocar finalmente en interpretar y criticar.
     Sobre la base del concepto, expuesto en el artículo anterior, de alfabetismo disfuncional nos proponemos superar dicha “patología” y alcanzar el objetivo de aprender a leer bien, pero no al nivel superficial y literal de comprensión del sentido primario del texto, que es el grado del que la mayoría no pasamos generalmente; no, eso lo aprendimos en la escuela, pero que muchos no hemos podido superar  en el bachillerato y hasta en la universidad.
     Sabemos que bajo el lenguaje de un texto subyace otro lenguaje. Así, bajo el contenido manifiesto de un texto existe otro contenido tanto o más importante que el primero, pero que es, en definitiva, otro texto, otro lenguaje, otro sentido.  
     Vamos a aprender a leer bien, y para ello debemos movernos entre estos dos lenguajes, entre estos dos sentidos, entre estos dos textos. Y aunque a veces esos dos niveles difieren sustancialmente de sentido el uno del otro, es aquí donde entra en juego nuestra labor reflexiva de comprensión e interpretación.
     No adquirimos habilidades de buena lectura  porque generalmente leemos textos superfluos, que no invitan a reflexionar sobre su contenido, a rebatirlo, a cuestionarlo; o que simplemente nos cuentan historias planas cuyo sentido es evidente y único y por tanto elemental. Nos apegamos a lo elemental y obvio porque nos evita el trabajo de tener que sacar nuestros propios razonamientos y conclusiones.
     Si tras leer un texto no aprendimos algo, y éste no nos dio nada en qué pensar, probablemente fue porque no leímos bien; porque leer bien es aprender y este aprendizaje se materializa si lo leído nos inspira pensamientos propios, que son tan valiosos como las ideas expresadas en el texto por su autor.
     Tal vez nos aburre leer porque leemos mal. Si leemos bien, aprendemos. Y nadie se aburre aprendiendo. Estanislao Zuleta nos decía que leer bien sólo se logra si lo tomamos como “una fiesta del conocimiento”. Nada hay más placentero que la alegría que se siente al adquirir un nuevo saber y hasta poder alardear de él, en algunas oportunidades, aunque sólo sea ante nosotros mismos.
     Es más, cuando aprendemos a leer bien, es decir, a decodificar, comprender e interpretar el sentido que se oculta bajo el lenguaje manifiesto de un texto, nos hacemos merecedores a un premio absolutamente invaluable: el placer y el disfrute del aventurero que encuentra un tesoro escondido y el apasionamiento del arqueólogo que indaga y devela un misterio largamente oculto.
     Así que los invito a que nos hagamos “buenos escudriñadores de los bajos fondos”, porque según Nietzsche, es la condición necesaria del buen lector-intérprete.

     ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Isabel Solé. Estrategias de lectura. Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.
     Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76
     Michel Foucault. “Nietzsche, Freud y Marx” en: El psicoanálisis en el materialismo histórico. Medellín, Ed. Zeta, 1971

     

viernes, 4 de agosto de 2017

Del analfabetismo absoluto al alfabetismo disfuncional



     Analfabetos absolutos quedan muy pocos en las sociedades letradas de nuestro tiempo, debido al aumento progresivo de la escolaridad en las últimas décadas. Lo que es verdaderamente preocupante es el aumento galopante, del analfabetismo funcional. Mientras aquel disminuye, éste aumenta.
     Analfabeta funcional es aquel individuo que, sabiendo leer y escribir, está en mayor o menor grado incapacitado para utilizar eficientemente su capacidad de lectura, escritura y cálculo en muchas situaciones de su vida cotidiana.
     Analfabetas funcionales hay de todos los niveles, desde aquellos que sólo aprendieron a leer y escribir en los primeros niveles escolares y  tempranamente suspendieron sus estudios, hasta profesionales universitarios que luego de obtener su título se desconectan casi completamente de toda actividad intelectual y de actualización profesional. En muchos casos se trata de falta de oportunidades, carencia de estímulos y motivaciones, pobreza espiritual o hasta de físico desgano mental.
     Casos de analfabetismo funcional son por ejemplo: la incapacidad para llenar satisfactoriamente formularios; seguir instrucciones escritas y verbales, incluidas las relacionadas con la comprensión y procedimiento para responder un examen escolar; no ser capaz de comprender un manual de instrucciones de operación de un artefacto eléctrico o mecánico o las instrucciones de armado de un mueble o un juguete; no saber leer ni orientarse con un mapa; no ser capaz de realizar y aplicar mentalmente operaciones aritméticas simples; no saber consultar un diccionario o un directorio telefónico o leer una factura de servicios públicos o un extracto bancario; no ser capaz de comunicarse fluidamente de forma escrita o verbal; no leer libros, ni revistas ni periódicos; no tener conocimientos básicos y un criterio personal y crítico sobre economía, política, historia, arte, tecnología, etc.; no ver programas informativos y documentales y conformarse sólo con programas de farándula y entretenimiento; evitar tomar decisiones personales, familiares, sociales o políticas, y dejar éstas al criterio de otras personas; no ser capaz de operar un computador y sus programas básicos, incluido el correo electrónico, y más recientemente, la operación y comunicación a través de teléfonos y dispositivos inteligentes.
     Pero el analfabetismo funcional del que nos ocuparemos aquí, y que tiene que ver en gran medida con la raíz del problema, o sea la incapacidad para leer un texto y entenderlo o seguir adecuadamente sus instrucciones, es el relacionado con la comprensión de lectura.
     El nivel de comprensión de los textos que lee la mayoría de la población, que algo lee, es escandalosamente bajo. Se habla de un porcentaje de comprensión  apenas superior al 30%. Esta dificultad en la comprensión de lectura, que muchas veces nos lleva a reconocer que no hemos alcanzado el verdadero significado de algo que hemos leído, se está convirtiendo en una verdadera disfuncionalidad.
     Así que para poner las ideas en el contexto que nos interesa aquí, hablemos ahora no de analfabetismo funcional sino de alfabetismo disfuncional. Porque nos vamos a centrar en la persona alfabeta que tiene problemas para comprender e interpretar adecuadamente muchas textos y obras que lee. No obstante, como cualquier trastorno o alteración en el funcionamiento de una cosa u organismo, esto tiene solución. Si nos dedicamos a comprender cómo debe funcionar algo, nos será más fácil reparar su disfunción.
     Hasta pronto!      

Fuentes:
plataformac.org/analfabetismo-funcional/
davidhuerta.typepad.com/blog/2014/02/analfabetismo-funcional.html


4. ANÁLISIS DE LA FORMA PARTIENDO DEL TEMA

     Recordemos que la forma la constituyen las palabras y el entramado gramatical del texto, es decir, el lenguaje mediante el   cual ...