Lo más importante es empezar por leer el
texto detenidamente; hacerlo varias veces para asegurarnos de comprenderlo
completamente. Estamos hablando de textos cortos; cuando se trata de textos muy
largos, se deben releer aquellos pasajes que no comprendemos enteramente y sólo
seguir adelante cuando nuestro entendimiento los tenga suficientemente aclarados.
No obstante, muchos pasajes de un texto sólo se hacen comprensibles más
adelante, por lo que si definitivamente no podemos entender algo en su momento,
seguramente lo vamos a lograr al avanzar en la lectura.
Para que dicha lectura sea comprensiva no
podemos dejar ninguna palabra sin conocer su verdadero significado. Desconocer
o no tener una idea clara y acertada del significado de una palabra puede
llevarnos a tergiversar el verdadero sentido del texto, lo que fácilmente nos
puede ocurrir porque suponemos que ya
conocemos el auténtico concepto de ésta, tal vez debido a que la encontramos
con frecuencia, sin percatarnos de que
sólo tenemos una idea vaga, cuando no equivocada, de su verdadera representación.
Sobra sugerir que es indispensable el acompañamiento
de un diccionario físico o de un dispositivo electrónico con conexión a
Internet, porque para contextualizar
y localizar la obra y su autor
requerimos acceso a múltiples fuentes de información.
Contextualizar
se refiere principalmente a ubicar una obra en el espacio social, cultural,
histórico e incluso lingüístico que acontecía entorno a ésta y su autor; ambiente
único e irrepetible y cuya influencia determina en gran medida el carácter de
ambos. Por lo tanto, ni obra ni autor pueden ser aislados, para efectos del posterior
análisis, de los fenómenos que ocurrían a su alrededor.
Vale la pena citar el siguiente ejemplo
para mostrar la importancia de la contextualización adecuada de un texto:
En 1804, el magnífico poeta romántico
inglés, William Wordsworth (1770-1850) escribió su famoso poema The
Daffodils (Los Narcisos), también conocido como “I wander lonely as a cloud” (“Erraba solitario como una nube”). En el tercer verso de la cuarta estrofa del
poema se lee: “A poet could not but be
gay”. Independientemente de lo que Wordsworth pensaba al escribir el poema,
si descontextualizamos este texto del entorno lingüístico y cultural de su
tiempo, hoy le daríamos una interpretación que no tenía por aquel entonces,
porque gay podía entenderse como
alguien alegre, jovial, libertino,
licencioso, pero no homosexual. Incluso, hay que tener cuidado para evitar
malas interpretaciones, pues al momento de someter un texto a los traductores
en línea, estos nos pueden inducir a error: “A poet could not but be gay”, el traductor automático lo traduce: “Un poeta no podía dejar de ser gay”.
Cuando lo que se pretende es trabajar un
fragmento de una obra, entonces hablamos de localizar dicho fragmento ó
parte respecto del resto de la obra, porque todas sus partes están
interconectadas y ninguna se puede comprender si se separa del conjunto al cual
pertenece, es decir, de la obra como un todo.
Estas consultas sobre el significado de
las palabras, el léxico usado en el texto; la ubicación histórica, social y cultural
del texto y su autor; la localización de un fragmento, párrafo, verso ó
capítulo respecto al conjunto de la obra, enriquecen notablemente la lectura y
la hacen más entretenida e interesante porque le confieren el carácter de una
investigación forense donde hasta el último detalle cuenta. Muchos pensarán que
así la lectura se hace muy lenta. Tal vez, pero ¿cuál es el afán? Se trata de
una lectura pausada y de deleite en las palabras y en el estilo
del autor y su época; una lectura en profundidad. Rumiar sobre el sentido del
texto, nos sugiere Nietzsche.
Esta primera pauta nos introduce
fundamentalmente en la comprensión del
sentido literal del texto, el cual, como ya lo mencionamos en otro artículo, es
su primer nivel de significado. No nos interesa aquí realizar ningún tipo de
interpretación. Para efectos de la comprensión puede ser benéfico aventurar
hipótesis y predicciones; éstas se nos vienen a la mente incluso de forma
inconsciente, pero deben permanecer por
el momento como lo que son: conjeturas.
¡Hasta pronto!
Fuentes:
Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa
C. Cómo se comenta un texto literario. Madrid, Ed. Cátedra, 2008. 38ª.ed.
Umberto Eco, Los límites de la
interpretación. Bogotá, Ed. Random House Mondadori, 2013.
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