Analfabetos
absolutos quedan muy pocos en las sociedades letradas de nuestro tiempo, debido
al aumento progresivo de la escolaridad en las últimas décadas. Lo que es
verdaderamente preocupante es el aumento galopante, del analfabetismo funcional.
Mientras aquel disminuye, éste aumenta.
Analfabeta
funcional es aquel individuo que, sabiendo leer y escribir, está en mayor o
menor grado incapacitado para utilizar eficientemente su capacidad de lectura,
escritura y cálculo en muchas situaciones de su vida cotidiana.
Analfabetas funcionales hay de todos los
niveles, desde aquellos que sólo aprendieron a leer y escribir en los primeros
niveles escolares y tempranamente suspendieron
sus estudios, hasta profesionales universitarios que luego de obtener su título
se desconectan casi completamente de toda actividad intelectual y de actualización
profesional. En muchos casos se trata de falta de oportunidades, carencia de estímulos
y motivaciones, pobreza espiritual o hasta de físico desgano mental.
Casos de
analfabetismo funcional son por ejemplo: la incapacidad para llenar
satisfactoriamente formularios; seguir instrucciones escritas y verbales,
incluidas las relacionadas con la comprensión y procedimiento para responder un
examen escolar; no ser capaz de comprender un manual de instrucciones de
operación de un artefacto eléctrico o mecánico o las instrucciones de armado de
un mueble o un juguete; no saber leer ni orientarse con un mapa; no ser capaz
de realizar y aplicar mentalmente operaciones aritméticas simples; no saber
consultar un diccionario o un directorio telefónico o leer una factura de
servicios públicos o un extracto bancario; no ser capaz de comunicarse fluidamente
de forma escrita o verbal; no leer libros, ni revistas ni periódicos; no tener
conocimientos básicos y un criterio personal y crítico sobre economía,
política, historia, arte, tecnología, etc.; no ver programas informativos y
documentales y conformarse sólo con programas de farándula y entretenimiento; evitar
tomar decisiones personales, familiares, sociales o políticas, y dejar éstas al
criterio de otras personas; no ser capaz de operar un computador y sus
programas básicos, incluido el correo electrónico, y más recientemente, la
operación y comunicación a través de teléfonos y dispositivos inteligentes.
Pero el
analfabetismo funcional del que nos ocuparemos aquí, y que tiene que ver en
gran medida con la raíz del problema, o sea la incapacidad para leer un texto y
entenderlo o seguir adecuadamente sus instrucciones, es el relacionado con la
comprensión de lectura.
El nivel de
comprensión de los textos que lee la mayoría de la población, que algo lee, es
escandalosamente bajo. Se habla de un porcentaje de comprensión apenas superior al 30%. Esta dificultad en la
comprensión de lectura, que muchas veces nos lleva a reconocer que no hemos
alcanzado el verdadero significado de algo que hemos leído, se está
convirtiendo en una verdadera disfuncionalidad.
Así que para
poner las ideas en el contexto que nos interesa aquí, hablemos ahora no de
analfabetismo funcional sino de alfabetismo
disfuncional. Porque nos vamos a centrar en la persona alfabeta que tiene
problemas para comprender e interpretar adecuadamente muchas textos y obras que
lee. No obstante, como cualquier trastorno o alteración en el funcionamiento de
una cosa u organismo, esto tiene solución. Si nos dedicamos a comprender cómo debe
funcionar algo, nos será más fácil reparar su disfunción.
Hasta pronto!
Fuentes:
plataformac.org/analfabetismo-funcional/
davidhuerta.typepad.com/blog/2014/02/analfabetismo-funcional.html
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