sábado, 9 de septiembre de 2017

COMPRENDER LOS SIGNIFICANTES PARA HALLAR EL SIGNIFICADO

     En general, no hay obras fáciles; todas tienen un mayor o menor grado de dificultad, inicialmente comprensiva y finalmente interpretativa. En sortear esas dificultades consiste justamente el trabajo que nos exige el texto si queremos sacar a la luz su significado oculto.
     Los grandes autores manejan en sus obras lenguajes complejos, a veces oscuros, a veces claros, a veces exasperantemente impenetrables y en otras ocasiones capciosamente accesibles y aparentemente ingenuos, pero no por ello menos profundos. En cualquier caso nos retan a que descifremos, como buenos lectores, el código implícito puesto por ellos, consciente e inconscientemente, en sus textos.
     Ninguna buena escritura, ningún escritor creativo y original se puede entender si se lee con facilidad; si los leemos con facilidad es porque no estamos entendiendo, asevera Estanislao Zuleta.
     Pero este entendimiento sólo lo podemos alcanzar si tenemos un diálogo, que si bien se debe iniciar con el autor, tiene que extenderse al texto mismo, que siempre nos dice más de lo que el escritor dijo y quiso decir.
      Así parezca obvio, no podemos perder de vista que para poder interpretar adecuadamente cualquier texto es necesario empezar por comprender el sentido literal de éste, el cual es su primer nivel de significado. Nivel que, en el caso de muchas obras, alcanzarlo ya es todo un reto, incluso para buenos lectores.
     Para poder asimilar un texto y tener un mapa mental claro de éste es necesario leerlo, releerlo, pensarlo, volverlo a leer, volverlo a pensar y así hasta que lo interioricemos y lo experimentemos como propio.
     Porque en propio se debe convertir un texto cuyo código finalmente hemos descifrado e interpretado, fundando así un nuevo discurso. No el discurso literal del autor. Ese ya está ahí y, por supuesto, tiene un importante mensaje que tiene que ser la base comprensiva y guía de cualquier tipo de interpretación que se haga de él, porque, como afirma Umberto Eco: un texto puede tener múltiples interpretaciones, pero no todas son válidas ni acertadas.
     Aún así, es a la intención lectora, es decir, al discurso interpretativo y crítico que como lectores elaboramos, al que ahora le queremos dar relevancia por sobre la  intención del autor y la intención de la obra, con el fin de estimular el ejercicio interpretativo por parte del lector.
     Así conozcamos ya la trama y hasta el desenlace final de la obra, lo que verdaderamente importa es la nueva y original interpretación nuestra, que así no sea la mejor ni la más válida, le confiere un significado único, el que podemos ver en él, el nuestro: “Los libros -nos dice Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa”- no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir,…”
     El siguiente aforismo de Lichtenberg resume perfectamente el presente artículo y nos invita a aventurar más de una interpretación a partir de su primer nivel de comprensión del significado:
     “…un texto es sólo un picnic en el que el autor pone las palabras y los lectores el sentido.”
     ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76.
     Umberto Eco, El Nombre de la Rosa. Bogotá, Círculo de Lectores, 1980.

     Umberto Eco, Los límites de la interpretación. Bogotá, Ed. Random House Mondadori, 2013 

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