lunes, 14 de agosto de 2017

APRENDER A LEER PARA APRENDER A PENSAR

     La ruta y enlazamiento de objetivos que nos proponemos seguir es la siguiente: aprender a leer bien, con el propósito claro de leer para aprender; donde aprender es aprender a pensar; y la tarea de este pensar se debe enfocar finalmente en interpretar y criticar.
     Sobre la base del concepto, expuesto en el artículo anterior, de alfabetismo disfuncional nos proponemos superar dicha “patología” y alcanzar el objetivo de aprender a leer bien, pero no al nivel superficial y literal de comprensión del sentido primario del texto, que es el grado del que la mayoría no pasamos generalmente; no, eso lo aprendimos en la escuela, pero que muchos no hemos podido superar  en el bachillerato y hasta en la universidad.
     Sabemos que bajo el lenguaje de un texto subyace otro lenguaje. Así, bajo el contenido manifiesto de un texto existe otro contenido tanto o más importante que el primero, pero que es, en definitiva, otro texto, otro lenguaje, otro sentido.  
     Vamos a aprender a leer bien, y para ello debemos movernos entre estos dos lenguajes, entre estos dos sentidos, entre estos dos textos. Y aunque a veces esos dos niveles difieren sustancialmente de sentido el uno del otro, es aquí donde entra en juego nuestra labor reflexiva de comprensión e interpretación.
     No adquirimos habilidades de buena lectura  porque generalmente leemos textos superfluos, que no invitan a reflexionar sobre su contenido, a rebatirlo, a cuestionarlo; o que simplemente nos cuentan historias planas cuyo sentido es evidente y único y por tanto elemental. Nos apegamos a lo elemental y obvio porque nos evita el trabajo de tener que sacar nuestros propios razonamientos y conclusiones.
     Si tras leer un texto no aprendimos algo, y éste no nos dio nada en qué pensar, probablemente fue porque no leímos bien; porque leer bien es aprender y este aprendizaje se materializa si lo leído nos inspira pensamientos propios, que son tan valiosos como las ideas expresadas en el texto por su autor.
     Tal vez nos aburre leer porque leemos mal. Si leemos bien, aprendemos. Y nadie se aburre aprendiendo. Estanislao Zuleta nos decía que leer bien sólo se logra si lo tomamos como “una fiesta del conocimiento”. Nada hay más placentero que la alegría que se siente al adquirir un nuevo saber y hasta poder alardear de él, en algunas oportunidades, aunque sólo sea ante nosotros mismos.
     Es más, cuando aprendemos a leer bien, es decir, a decodificar, comprender e interpretar el sentido que se oculta bajo el lenguaje manifiesto de un texto, nos hacemos merecedores a un premio absolutamente invaluable: el placer y el disfrute del aventurero que encuentra un tesoro escondido y el apasionamiento del arqueólogo que indaga y devela un misterio largamente oculto.
     Así que los invito a que nos hagamos “buenos escudriñadores de los bajos fondos”, porque según Nietzsche, es la condición necesaria del buen lector-intérprete.

     ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Isabel Solé. Estrategias de lectura. Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.
     Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76
     Michel Foucault. “Nietzsche, Freud y Marx” en: El psicoanálisis en el materialismo histórico. Medellín, Ed. Zeta, 1971

     

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