lunes, 28 de agosto de 2017

DECODIFICAR PARA INTERPRETAR

   Con el fin de aclarar los conceptos que debemos tener presentes para dirigirnos hacia el objetivo de leer bien, vamos a darle un derrotero a los principios básicos de la teoría de la lectura expresados por el maestro Estanislao Zuleta en su ensayo “Sobre la lectura”, entre otros.
     Empecemos por aclarar que un código es una serie de símbolos a los que al asignárseles un significado o valor toma el carácter de sistema de comunicación solo comprensible para quienes lo conocen.
     Cuando leemos algo en nuestro propio idioma donde se nos habla de experiencias, conocimientos, vivencias, etc., ese código común que es el idioma nos permite acercarnos a lo que el autor nos quiso decir. No sucede lo mismo cuando tratamos de leer algo en otro idioma que no conocemos. El mensaje de éste texto no nos llega porque no hay un código común que permita la comunicación. Algo similar sucede cuando nos enfrentamos a una escritura compleja, incluso en nuestro  propio idioma, el cual se ve menguado en su capacidad comunicativa frente al nuevo código creado por dicha escritura, que le asigna nuevos significados a los signos.
     Dado que no hay un código común previo, se hace necesario discernir el código del texto. Es decir, si el texto produce su propio código y como no hay tal código común, ni nada en común con otros códigos, somos nosotros quienes debemos extraerlo y decodificarlo.
     Tomemos como ejemplo elemental el siguiente aforismo del filósofo alemán Lichtenberg:
     “Toda nuestra historia no es más que la historia del hombre despierto; en la historia del hombre dormido aún no ha pensado nadie.”
Si leemos literal y superficialmente es claro que la Historia sólo puede tener por objeto de estudio las acciones del hombre en estado de vigilia; ¿qué pensador habría de ocuparse en darle sitio en la Historia al hombre mientras duerme, así fuera Aristóteles, Bach ó Kant? Pero si  nos detenemos y reflexionamos un poco sobre lo que le sucede al hombre que duerme, nos damos cuenta que la sentencia, aparentemente burlesca del escritor, hace referencia a los sueños y a la importancia del estudio de la vida onírica del hombre por el impacto que los sueños pueden tener en su vida cotidiana, durante la cual éste hace la Historia.
A este tipo de análisis interpretativo es al que nos referimos cuando hablamos de decodificar. 
    Como lectores somos nosotros quienes transformamos los signos en conceptos, les damos vida. Sin quién los decodifique y los interprete, los signos no tienen sentido. No obstante, como lectores   requerimos de unos conocimientos y experiencias previas para tener acceso al procesamiento y decodificación del texto. Isabel Solé nos dice que la mirada de un “lector experto” le confiere sentido y significado al texto.
     Interpretar es el resultado de decodificar o traducir el código de la obra; código único y singular porque ella ha creado su propio sistema. Por eso hay que trabajarlo: encontrar su verdadero significado, el cual se encuentra en el subsuelo del texto y en su significado literal. Interpretar es pensar el código que el texto oculta.
     Parodiando a John Katzenbach, en “El psicoanalista”, podemos decir que el lector debe ser como el analista, un científico de lo indirecto y lo oculto.
     Si como dice E. Zuleta, “leer es trabajar”, la búsqueda de los códigos de las buenas escrituras no puede ser un deber, así sea un trabajo, debe ser una celebración, un recreo, porque disfrutando es como se aprende y se llega a los más altos niveles del conocimiento.
     Esta es la tarjeta de invitación a la fiesta del conocimiento: Aprender a leer es pensar, interpretar y criticar. El entusiasmo y el deseo de divertirnos es lo único que debemos llevar nosotros.
     ¡Bienvenidos a la fiesta!

Fuentes:
     Isabel Solé. Estrategias de lectura. Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.
 Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76.

     Georg Christoph Lichtenberg. Aforismos. Barcelona, Ed. Edhasa, 2006.

lunes, 14 de agosto de 2017

APRENDER A LEER PARA APRENDER A PENSAR

     La ruta y enlazamiento de objetivos que nos proponemos seguir es la siguiente: aprender a leer bien, con el propósito claro de leer para aprender; donde aprender es aprender a pensar; y la tarea de este pensar se debe enfocar finalmente en interpretar y criticar.
     Sobre la base del concepto, expuesto en el artículo anterior, de alfabetismo disfuncional nos proponemos superar dicha “patología” y alcanzar el objetivo de aprender a leer bien, pero no al nivel superficial y literal de comprensión del sentido primario del texto, que es el grado del que la mayoría no pasamos generalmente; no, eso lo aprendimos en la escuela, pero que muchos no hemos podido superar  en el bachillerato y hasta en la universidad.
     Sabemos que bajo el lenguaje de un texto subyace otro lenguaje. Así, bajo el contenido manifiesto de un texto existe otro contenido tanto o más importante que el primero, pero que es, en definitiva, otro texto, otro lenguaje, otro sentido.  
     Vamos a aprender a leer bien, y para ello debemos movernos entre estos dos lenguajes, entre estos dos sentidos, entre estos dos textos. Y aunque a veces esos dos niveles difieren sustancialmente de sentido el uno del otro, es aquí donde entra en juego nuestra labor reflexiva de comprensión e interpretación.
     No adquirimos habilidades de buena lectura  porque generalmente leemos textos superfluos, que no invitan a reflexionar sobre su contenido, a rebatirlo, a cuestionarlo; o que simplemente nos cuentan historias planas cuyo sentido es evidente y único y por tanto elemental. Nos apegamos a lo elemental y obvio porque nos evita el trabajo de tener que sacar nuestros propios razonamientos y conclusiones.
     Si tras leer un texto no aprendimos algo, y éste no nos dio nada en qué pensar, probablemente fue porque no leímos bien; porque leer bien es aprender y este aprendizaje se materializa si lo leído nos inspira pensamientos propios, que son tan valiosos como las ideas expresadas en el texto por su autor.
     Tal vez nos aburre leer porque leemos mal. Si leemos bien, aprendemos. Y nadie se aburre aprendiendo. Estanislao Zuleta nos decía que leer bien sólo se logra si lo tomamos como “una fiesta del conocimiento”. Nada hay más placentero que la alegría que se siente al adquirir un nuevo saber y hasta poder alardear de él, en algunas oportunidades, aunque sólo sea ante nosotros mismos.
     Es más, cuando aprendemos a leer bien, es decir, a decodificar, comprender e interpretar el sentido que se oculta bajo el lenguaje manifiesto de un texto, nos hacemos merecedores a un premio absolutamente invaluable: el placer y el disfrute del aventurero que encuentra un tesoro escondido y el apasionamiento del arqueólogo que indaga y devela un misterio largamente oculto.
     Así que los invito a que nos hagamos “buenos escudriñadores de los bajos fondos”, porque según Nietzsche, es la condición necesaria del buen lector-intérprete.

     ¡Hasta pronto!

Fuentes:
     Isabel Solé. Estrategias de lectura. Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.
     Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76
     Michel Foucault. “Nietzsche, Freud y Marx” en: El psicoanálisis en el materialismo histórico. Medellín, Ed. Zeta, 1971

     

viernes, 4 de agosto de 2017

Del analfabetismo absoluto al alfabetismo disfuncional



     Analfabetos absolutos quedan muy pocos en las sociedades letradas de nuestro tiempo, debido al aumento progresivo de la escolaridad en las últimas décadas. Lo que es verdaderamente preocupante es el aumento galopante, del analfabetismo funcional. Mientras aquel disminuye, éste aumenta.
     Analfabeta funcional es aquel individuo que, sabiendo leer y escribir, está en mayor o menor grado incapacitado para utilizar eficientemente su capacidad de lectura, escritura y cálculo en muchas situaciones de su vida cotidiana.
     Analfabetas funcionales hay de todos los niveles, desde aquellos que sólo aprendieron a leer y escribir en los primeros niveles escolares y  tempranamente suspendieron sus estudios, hasta profesionales universitarios que luego de obtener su título se desconectan casi completamente de toda actividad intelectual y de actualización profesional. En muchos casos se trata de falta de oportunidades, carencia de estímulos y motivaciones, pobreza espiritual o hasta de físico desgano mental.
     Casos de analfabetismo funcional son por ejemplo: la incapacidad para llenar satisfactoriamente formularios; seguir instrucciones escritas y verbales, incluidas las relacionadas con la comprensión y procedimiento para responder un examen escolar; no ser capaz de comprender un manual de instrucciones de operación de un artefacto eléctrico o mecánico o las instrucciones de armado de un mueble o un juguete; no saber leer ni orientarse con un mapa; no ser capaz de realizar y aplicar mentalmente operaciones aritméticas simples; no saber consultar un diccionario o un directorio telefónico o leer una factura de servicios públicos o un extracto bancario; no ser capaz de comunicarse fluidamente de forma escrita o verbal; no leer libros, ni revistas ni periódicos; no tener conocimientos básicos y un criterio personal y crítico sobre economía, política, historia, arte, tecnología, etc.; no ver programas informativos y documentales y conformarse sólo con programas de farándula y entretenimiento; evitar tomar decisiones personales, familiares, sociales o políticas, y dejar éstas al criterio de otras personas; no ser capaz de operar un computador y sus programas básicos, incluido el correo electrónico, y más recientemente, la operación y comunicación a través de teléfonos y dispositivos inteligentes.
     Pero el analfabetismo funcional del que nos ocuparemos aquí, y que tiene que ver en gran medida con la raíz del problema, o sea la incapacidad para leer un texto y entenderlo o seguir adecuadamente sus instrucciones, es el relacionado con la comprensión de lectura.
     El nivel de comprensión de los textos que lee la mayoría de la población, que algo lee, es escandalosamente bajo. Se habla de un porcentaje de comprensión  apenas superior al 30%. Esta dificultad en la comprensión de lectura, que muchas veces nos lleva a reconocer que no hemos alcanzado el verdadero significado de algo que hemos leído, se está convirtiendo en una verdadera disfuncionalidad.
     Así que para poner las ideas en el contexto que nos interesa aquí, hablemos ahora no de analfabetismo funcional sino de alfabetismo disfuncional. Porque nos vamos a centrar en la persona alfabeta que tiene problemas para comprender e interpretar adecuadamente muchas textos y obras que lee. No obstante, como cualquier trastorno o alteración en el funcionamiento de una cosa u organismo, esto tiene solución. Si nos dedicamos a comprender cómo debe funcionar algo, nos será más fácil reparar su disfunción.
     Hasta pronto!      

Fuentes:
plataformac.org/analfabetismo-funcional/
davidhuerta.typepad.com/blog/2014/02/analfabetismo-funcional.html


4. ANÁLISIS DE LA FORMA PARTIENDO DEL TEMA

     Recordemos que la forma la constituyen las palabras y el entramado gramatical del texto, es decir, el lenguaje mediante el   cual ...