Con el fin de aclarar los conceptos
que debemos tener presentes para dirigirnos hacia el objetivo de leer bien, vamos a darle un derrotero a
los principios básicos de la teoría de la lectura expresados por el maestro
Estanislao Zuleta en su ensayo “Sobre la lectura”, entre otros.
Empecemos por aclarar que un código es una
serie de símbolos a los que al asignárseles un significado o valor toma el
carácter de sistema de comunicación solo comprensible para quienes lo conocen.
Cuando leemos algo en nuestro propio
idioma donde se nos habla de experiencias, conocimientos, vivencias, etc., ese
código común que es el idioma nos permite acercarnos a lo que el autor nos
quiso decir. No sucede lo mismo cuando tratamos de leer algo en otro idioma que
no conocemos. El mensaje de éste texto no nos llega porque no hay un código
común que permita la comunicación. Algo similar sucede cuando nos enfrentamos a
una escritura compleja, incluso en nuestro propio idioma, el cual se ve menguado en su
capacidad comunicativa frente al nuevo código creado por dicha escritura, que
le asigna nuevos significados a los signos.
Dado que no hay un código común previo, se
hace necesario discernir el código del texto. Es decir, si el texto produce su
propio código y como no hay tal código común, ni nada en común con otros
códigos, somos nosotros quienes debemos extraerlo y decodificarlo.
Tomemos como ejemplo elemental el
siguiente aforismo del filósofo alemán Lichtenberg:
“Toda nuestra historia no es más que la
historia del hombre despierto; en la historia del hombre dormido aún no ha
pensado nadie.”
Si leemos literal y
superficialmente es claro que la Historia sólo puede tener por objeto de
estudio las acciones del hombre en estado de vigilia; ¿qué pensador habría de
ocuparse en darle sitio en la Historia al hombre mientras duerme, así fuera
Aristóteles, Bach ó Kant? Pero si nos
detenemos y reflexionamos un poco sobre lo que le sucede al hombre que duerme,
nos damos cuenta que la sentencia, aparentemente burlesca del escritor, hace
referencia a los sueños y a la importancia del estudio de la vida onírica del
hombre por el impacto que los sueños pueden tener en su vida cotidiana, durante
la cual éste hace la Historia.
A este tipo de análisis
interpretativo es al que nos referimos cuando hablamos de decodificar.
Como lectores somos nosotros quienes
transformamos los signos en conceptos, les damos vida. Sin quién los
decodifique y los interprete, los signos no tienen sentido. No obstante, como
lectores requerimos de unos
conocimientos y experiencias previas para tener acceso al procesamiento y
decodificación del texto. Isabel Solé nos dice que la mirada de un “lector
experto” le confiere sentido y significado al texto.
Interpretar es el resultado de decodificar
o traducir el código de la obra; código único y singular porque ella ha creado
su propio sistema. Por eso hay que trabajarlo: encontrar su verdadero
significado, el cual se encuentra en el subsuelo del texto y en su significado
literal. Interpretar es pensar el código que el texto oculta.
Parodiando a John Katzenbach, en “El
psicoanalista”, podemos decir que el lector debe ser como el analista, un
científico de lo indirecto y lo oculto.
Si como dice E. Zuleta, “leer es trabajar”, la búsqueda de los
códigos de las buenas escrituras no puede ser un deber, así sea un trabajo,
debe ser una celebración, un recreo, porque disfrutando es como se aprende y se
llega a los más altos niveles del conocimiento.
Esta es la tarjeta de invitación a la
fiesta del conocimiento: Aprender a leer
es pensar, interpretar y criticar. El entusiasmo y el deseo de divertirnos
es lo único que debemos llevar nosotros.
¡Bienvenidos a la fiesta!
Fuentes:
Isabel Solé. Estrategias de lectura.
Barcelona, Ed. Graó, 2002. 13ª. ed.
Estanislao Zuleta, Ensayos Selectos.
Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, 1992. Vol. 76.
Georg Christoph Lichtenberg. Aforismos.
Barcelona, Ed. Edhasa, 2006.